Fiesta del Albariño, Cambados, Pontevedra, Galicia. Semana del primer domingo de agosto.
El albariño, ese vino claro y chispeante gallego, tiene fiesta propia y semana de celebración en una de sus cunas natales. Cada semana cercana al primer domingo de agosto, Cambados es la capital mundial del albariño.
Cinco días de celebraciones alrededor del vino, en casetas ordenadas y organizadas en las calles de la población, cinco días en los que bares, restaurantes y casas de familiares se amigan con este blanco temporal de todos los deseos. Hasta 150.000 personas llegan a Cambados en esos días para llenar sus vasos y su gusto en la que pasa por ser una de las más importantes citas festivas del calendario gallego.
La Fiesta del Albariño comenzó en 1953 de forma casual, con un reto entre dos amigos de la localidad, amigos del albariño que rivalizaban por demostrar qué vino era el mejor de la cosecha del año anterior. Aquel pique personal se convirtió en la masiva degustación de este vino blanco en la calle a comienzos de cada mes de agosto.
La Fiesta del Albariño son dos celebraciones en una. Una es la oficial, la pública, la de los actos musicales, la de los espectáculos pirotécnicos y la de los eventos sociales, la de cursos, concursos y talleres. La otra es la popular, la de la puesta en escena, la de la teatralización colectiva de un pueblo –el de Cambados- que la protagoniza en primera persona. Nos referimos muy especialmente al cortejo del Capítulo del Serenísimo del Albariño, el día final de la fiesta, el último domingo, el primero de agosto.
El tal Serenísimo marcha ese día desde la plaza del ayuntamiento camino del Pazo de Fefiñáns, para elegir sus damas y caballeros. En el pazo, un representante oficial, al que llaman el Gran Maestre de la Orden del Albariño, hace un ritual que consiste en tocar a los designados con una hoja de vid para invitarles a tomar albariño en una copa y entregarles una capa a cada uno para distinguirlos también como miembros del Capítulo.
Un acto protocolario que incluye del mismo modo a personas distinguidas como Albariñenses de Honor, Jóvenes Albañirenses y los denominados Hojas de Plata. Todo este acto público y popular termina con una comida oficial en la que se designa los premios de cata de la Fiesta del Albariño que toca.
El alma de esta fiesta del vino son las peñas, a las que se las reconoce por sus camisetas con el mismo lema y distintivo, que las más viejas mantienen año tras año y que las que se incorporan van renovando como un reclamo. El mismo reclamo que en la década de los ochenta supuso un jocoso ‘chaleco de ‘gaiteiro’ que incorpora un vaso unido a un cordel y que se utiliza con regocijo para beber el vino solo o en compañía. Inventos, como no puede ser de otra manera, para pasarlo bien.
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Un pique de vino vino a ser una fiesta divina.
